Cap. XVII– SED PERFECTOS  Ítem 11. Cuidar el cuerpo y el espíritu.

Reflexiones a la luz del evangelio según el espiritismo sobre cuidar el cuerpo y el  espíritu, en el marco de la  sociedad actual

En el Manual Práctico de las Manifestaciónes Espiritas, concretamente en su capítulo V, De los Mediums, encontramos la siguiente definición acerca de lo que es un mediúm: Toda persona que, en un grado cualquiera, nota la influencia de los Espíritus, es, por esta sola razón, médium. Tal facultad es inherente al hombre, y por consecuencia, no es ningún privilegio exclusivo: son pocos los que no tengan de él algún rudimento. Se puede decir, por lo tanto, que todo el mundo es médium. Sin embargo, en el uso, esta calificación sólo se aplica a los en que la facultad mediatriz está netamente caracterizada y se traduce por efectos patentes de cierta intensidad: lo que depende de una organización más o menos sensitiva. Por otra parte, es de notar que esta facultad no se revela en todos del mismo modo: los médiums tienen generalmente una aptitud especial para tal o cual orden de fenómenos, lo que produce tanta variedad de médiums como de manifestaciones.

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Siguiendo la reflexión sobre el libro “Adolescencia y Vida”, de Joanna de Ângelis, con psicografía de Divaldo Franco, hoy vamos a tratar del tema descrito en el Capítulo 2, intitulado “El Adolescente y su Sexualidad”.

Leguas al servicio del Espiritismo

En 1860 Allan Kardec emprendió su primer viaje al servicio del Espiritismo con destino a Lyon. Se detuvo en algunas localidades que hacían parte del trayecto hacia la ciudad que le vio nacer. Sens, Mâcon, Saint-Etienne, le acogieron cordialmente dejando una agradable impresión en el inolvidable viajero. La noche del 19 de septiembre, se daban la mano por primera vez, dos dirigentes espíritas. Las puertas del Centro Espírita de Brotteaux, en Lyon, abrían paso al ilustre pensador. Kardec y el Sr. Dijoud plasmaron la escena con un saludo fraterno junto a la Sra. Dijoud, mujer sensible, modesta y gran ejemplo para los trabajadores que se reunían en aquel primer centro, pues hasta el momento era el único existente en la ciudad. Al año siguiente agregó Bordeaux al itinerario, volviendo a verificar la buena marcha de la Doctrina, el inmenso progreso de la creencia espírita y la seriedad con la que ya se encaraba el Espiritismo. En el año 1862, Kardec dedicó siete semanas, y ciento noventa y tres leguas a visitar una veintena de localidades, asistiendo a más de cincuenta reuniones.

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