Cap. XV – FUERA DE LA CARIDAD NO HAY SALVACIÓN Ítems 8 y 9 JESÚS. Fuera de la Iglesia no hay salvación, fuera de la verdad no hay salvación.
 (Reflexión sobre los dogmas en la actualidad a la luz del evangelio según el espiritismo)

Todas las religiones, en una acepción cotidiana del término, tienen y usan dogmas para asentar sus creencias y principios, desde el judaísmo  (con el uso del talit, los tefilín; la elección de Israel para conducir al mundo), pasando por el catolicismo (con las ceremonias y ritos dogmáticos y regulados; con sus concilios y encíclicas donde se establecen de forma expresa los dogmas aceptados por la iglesia desde la infalibilidad -otro dogma más- de la misma iglesia y su  pontífice), el islam donde sus dogmas se  relacionan en el Aqidah, que recoge verdaderos artículos de fe en el Corán, y así sucesivamente, en mayor o menor medida, el resto de creencias religiosas.

El espiritismo, doctrina filosófica y moral, no tiene dogmas, ceremonias, jerarquías, mitos ni ritos. Los principios espíritas no se basan dogmáticamente en cuestiones que parten de su certeza irrefutable y que no pueden ponerse, siquiera en duda razonable, dentro de los esquemas de pensamiento que constituyen el sistema básico que conforma esta doctrina; antes, al contrario, el espiritismo acoge como principios básicos la razón, el análisis y los resultados empíricos; por este motivo la etiqueta de religión no acompaña, en la acepción habitual, al espiritismo que promueve desde el libre pensamiento las creencias que han superado el tamiz de la razón y se han comprobado experimentalmente.

La reflexión que nos ocupa en el día de hoy la realizamos a la luz del evangelio según el espiritismo, transmutando sus enseñanzas al examen de los dogmas que existen en la sociedad actual. En este contexto el espiritismo no acepta dogmas tradicionales como los que sitúan la salvación y la verdad como patrimonio irrefutable de la iglesia. Al hilo de lo anterior considero tenemos, y creo que la sociedad actual está en el camino, que superar los axiomas y artículos de fe de las religiones que se postulan como tal, ya que las mismas en su natural desarrollo llegarán a desechar lo que no sea conforme a la razón y sea impuesto sin posibilidad de examen fundado ni refutación empírica. Una vez dado el paso y sin perder mucho tiempo más en los dogmas religiosos, procedería que nos centremos en otros dogmas, que, en principio por no ser religiosos, no dejarían de serlo (de índole social y económico por ejemplo) y que de forma, más sutil o burda -dependiendo de la capacidad de examen y razonamiento de los ciudadanos-, se encuentran instaurados en la sociedad.

Con relación a estos dogmas, unos y otros estamos siendo afectados por ellos, por el sólo hecho de vivir en sociedad, viéndonos imbuidos por los mismos, sin darnos cuenta, e incluso creyendo que la sociedad puede estar afectada por estas cuestiones dogmáticas, pero que nosotros no; nuestro orgullo muchas veces, voluntaria o inconscientemente, nos impide ver la realidad de lo que somos, lo que pensamos y el margen de libertad y discrecionalidad que albergamos en una sociedad muy parametrizada de la que formamos parte. Me refiero aquí a patrones de pensamiento y actitudes que la sociedad ha impuesto, por tradición -si me permitís la expresión- y que no eran cuestionados y menos aún analizados ni refutados; y digo que “no eran” pues en la actualidad la tendencia se está claramente invirtiendo, la sociedad, los individuos cada vez demandan y se implican más no sólo en el “por qué” sino también y fundamentalmente en el “para qué”. 

El consumismo, la búsqueda del placer, el materialismo y el crecimiento económico, entre otros, son los contenidos en los dogmas que invaden la sociedad; y decimos que son dogmas pues representan puntos que se nos presentan como innegables y muchas veces como, incluso, no susceptibles ni siquiera de ser planteados.  El despertar de la sociedad, partiendo del despertar de los individuos que la integran, debe producirse, y de hecho, ya existen no solo personas, a título individual, sino también grupos y bolsas de pensamiento que no sólo se cuestionan estos “valores” sino que están adoptando actitudes de regeneración y renovación, actitudes modernas y más acordes con naturaleza humana, su libre albedrio, el uso de la razón e inteligencia como facultades que califican al ser como humano y racional. 

El ser humano ya alcanzó una madurez en el que no puede sólo seguir la corriente, en la que no puede conformarse moralmente con no hacer aparentemente mal a nadie, en la que debe plantearse cuestiones trascendentales de su existencia, y ¿como no?, indagar sobre el origen, el por qué y el para qué de esos viejos y trasnochados paradigmas sociales, intentando alcanzar una noción racional de la gravedad de la existencia de  cada uno, del porvenir, no sólo material sino también moral, que nos espera; y cuestionándonos una y otra vez, ¿y después qué?, alcanzaremos conclusiones, bases ciertas y razonadas desde las que conducirnos de forma más  acorde, con la esencia intrínseca de la misma naturaleza humana, con nuestra dignidad y valores, ya desde la presente vida. 

Los dogmas ya viejos, pero aún actuales en muchos individuos, deberán transmutarse, por el propio convencimiento y raciocinio del ser humano, saliendo del ostracismo, de la tan manida zona de confort; preguntémonos y analicemos una y otra vez ¿las posesiones de bienes materiales por si sólo nos llenan como ser humano que somos? ¿y después de los consumos y excesos materiales encontramos el vacío personal?, ¿y después del placer desenfrenado encontramos ese mismo vació? ¿el crecimiento económico de sociedades y países enteros los ha hecho más felices?, analicemos los suicidios, el imparable aumento de las enfermedades psicológicas y psiquiátricas, las familias y vidas quebradas por motivo materiales, por el dinero, por el poder, …… Solo enfrentándonos a nosotros mismos, en conciencia, sin hipocresía, cuestionándonos con sinceridad encontraremos el equilibrio en nosotros, con la naturaleza, con la humanidad, con el universo, y ahí es donde hallaremos nuestra propia transcendencia vital.

El único valor de esta reflexión es la reflexión misma que pueda provocar en los demás, siendo como es que las enseñanzas del Evangelio según el espiritismo únicamente nos conducen a la razón y al examen, nunca a los dogmas, pues identificados anteriormente los mismos, o al menos los más importantes -materialismo/placer/consumo/riqueza-, indaguemos en que medida razonable y equilibrada nos pueden servir como instrumentos y aparejos para nuestro desarrollo personal, para acercarnos a la felicidad -a la verdadera-, no a la superflua, momentánea y efímera que nos proporcionan los bienes materiales; y después actuemos en consecuencia, a buen seguro si somos sinceros con nosotros mismos encontraremos otros valores alternativos -cooperación, solidaridad, empatía, ayuda a los demás, naturaleza, amor-  que nos aproximaran más y más al ser espiritual y transcendente que somos.

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