Capítulo XVI - NO SE PUEDE SERVIR A DIOS Y A MAMÓN. Item 8. Desigualdad de las riquezas.

Desigualdades en la sociedad actual, reflexionando a la luz  del evangelio según el espiritismo.

En la sociedad actual se percibe la necesidad de trascender de un enfoque puramente material en cuanto a las desigualdades, urge la mirada periférica y amplia del ser humano, como ser integral, donde su componente espiritual adquiera todo el cuerpo, contenido y alcance preciso para poder conducirnos por esta existencia; estamos y seguimos dando más importancia al caballo que al jinete, pasando muchas veces desapercibido la existencia y presencia misma del espíritu, pues no queremos ver, ya que empíricamente es irrefutable que el cuerpo no tiene vida propia, que hay entornos de emociones y decisiones que necesitan de una inteligencia, un sentimiento y una voluntad –que no es otra cosa que el espíritu- que lo dirija y lo de haga vital sobrepasando la animalidad propia de nuestro cuerpo. El evangelio nos da las claves del por qué y sobre todo del para qué de los dolores, aflicciones y en este caso de las desigualdades, cuestiones que quedarían irresolubles si nos limitáramos a la existencia corporal, una sola y sin continuidad.

Los recursos económicos, de los que somos depositarios, pierden todo sentido si no los utilizamos como herramientas en nuestra mejoría como seres humanos, a través, fundamentalmente de su utilización en beneficio del prójimo. La regeneración a través de la caridad es la que dará mayores cuotas de igualdad, yo mejor diría de equilibrio, tendiendo a desaparecer los extremos de miseria vs riqueza y siempre interiorizando que las riquezas y las miserias no son solo materiales, sino que fundamentalmente son de índole intelectual, emocional y moral.

El evangelio, el espiritismo, nos debe ayudar a interiorizar que las experiencias de pobreza o riqueza son normalmente elegidas por nosotros mismos y que, en cualquier caso, son las necesarias y más adecuadas para nuestro progreso marcado y orientado por las Leyes Naturales. Y tanto es así que también en el plano espiritual -cuanto más cercano al nuestro mayormente- existen y conviven desigualdades, siendo ahí en esos episodios de erraticidad donde se percibirá sin el velo corporal que las verdaderas desigualdades se vislumbran con entidad moral y no de orden material.

Incluso, en esta nuestra existencia, cada vez se va revelando más nítidamente el trasfondo ético-moral de las desigualdades, ya no es estrictamente económico y técnico sino que trasciende y se va percibiendo las concurrentes éticas, morales y por qué no, espirituales, en ese escenario de desigualdad. Ya no es sólo la miseria del pobre sino que actualmente tiende y debe valorarse la reacción individual y social ante ese sufrimiento, que como parte integral de nuestro ser necesariamente tendremos que mirar frente a frente, y si es posible con y desde los ojos del prójimo, para una renovación en conciencia.

Las desigualdades son sin duda uno de los mayores retos de nuestra era como pobladores del mundo, esta circunstancia está ralentizando, cuando no impidiendo nuestro desarrollo como humanidad a todos los niveles, material, intelectual y moral. Es más esta desigualdad en la que vive el planeta es sin duda la mayor amenaza para la Paz misma de la tierra, y sin Paz no habrá avance, sino estancamiento evolutivo que nos impedirá temporalmente avanzar en todos los aspectos, por esto urge un reequilibramiento social a través del desarrollo moral. Esta pandemia que vivimos no es sino un resorte importantísimo y totalmente empírico para ese empujón ético-moral que nos debe conducir al equilibrio, esta epidemia endémica es una cura de auténtica igualdad, donde debemos aprender de forma consciente e interiorizada que es el mismo rasero el que nos cubre a todos, sujetos a las misma aflicciones –con independencia de posición social e intelectual-. Ante esto, que es la evidencia pura de la igualdad, desterremos las desigualdades y discriminaciones que son un sin sentido en el orden intelecto-moral que debe dar contenido a las leyes naturales que guían a la humanidad en su desarrollo, material, intelectual y sobre todo moral.

Percibamos las desigualdades como acicates y herramientas de desarrollo en todos los aspectos, despojando de culpa las mismas, para que puedan efectivamente servir a su fin y seamos capaces de mirarnos con los ojos del hermano con el que vivimos para empatizar y salir de la indiferencia, apatía y desasosiego, fundamentalmente a través de la experiencia, de la práctica, del ejemplo que en todo caso debe preceder, incluso, al esclarecimiento.

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